¿Por qué?

Vivimos en un mundo definido por la velocidad de los cambios. Un mundo que necesita cada vez más de ideas, de pensamientos, de valores humanistas, de la empatía. ¿Cómo dotamos de significado a los cambios de hoy?
Quienes se desenvuelven en las Humanidades y en las Ciencias Sociales suelen ser quienes plantean las preguntas esenciales. Los que cuestionan el status quo. Los que, en medio del vertiginoso ritmo de la inmediatez, de los resultados, de la productividad, se preguntan por el sentido de lo que hacemos, el sentido del ser humano.
¿De qué modo participamos en la globalización si no comprendemos quiénes somos y qué es aquello que nos hace singulares como personas, como ciudadanos, como nación? Sin las Humanidades no es posible traer al presente las lecciones del pasado, ni comprender mejor lo que nos hace humanos a través del arte y otras manifestaciones de la cultura, ni dotar a los acelerados cambios científicos y tecnológicos de un marco ético. Sin las Ciencias Sociales -como la Economía, la Sociología, la Geografía-, no es posible transformar el crecimiento económico en verdadero desarrollo: aquel que, más que riqueza, lo que crea es una sociedad equitativa, justa, creativa, humana.
Textos y entrevistas del sitio: Carmen Sepúlveda, periodista.

¿Qué significó ser estudiante en la primera mitad del siglo XX?

Mayo, 2016 | Calidad de vida, Cultura, Entrevista

Pablo Toro

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Cuando ir al colegio era un privilegio, y los profesores no eran pedagogos la exigencia que recaía en los secundarios era muy alta. Se esperaba de ellos que debían ser capaces de dominar una matriz de conocimientos, ser líderes profundamente comprometidos con la vida cívica y sólidos referentes para servir en el progreso del país. Así lo señala una investigación del Doctor en Historia Pablo Toro, quien ha profundizado en la investigación histórica de las prácticas educativas de los jóvenes chilenos.

 
 
 
 

A diez años de la “Revolución de Los Pingüinos”, movimiento estudiantil que exigió en mayo del 2006 cambiar el sistema educacional por injusto y desigual conversamos con un académico que ha investigado  a los estudiantes. Es Pablo Toro, Doctor en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile y actual Director del Departamento de Historia de la U. Alberto Hurtado, investigador a cargo de un Proyecto Fondecyt que se titula “Lo que se vive y lo que debe ser vivido: discusiones y prácticas de educación emocional de los estudiantes secundarios en Chile, c.1912-c.1964”. El estudio evalúa cómo se concibe a los estudiantes entre los años 1914 a 1964. En una época autoritaria en comparación con nuestros días, en que en sus inicios todavía había profesores que no tenían formación pedagógica y en que el elemento psicológico se estaba incorporando en el sistema. Pablo Toro cuenta que esta investigación dura tres años y este 2016 está entrando al tercero de estudio que suma revisión de archivos y fuentes primarias.

Uno de los capítulos destacables de este periodo histórico y que ejemplifica la ausencia de atención al ámbito emocional de los estudiantes fue cuando se estableció instalar la “orientación escolar”, a mediados del siglo XX, y los temas que se debatían eran si debía ser un espacio para encarrilar disciplinariamente al estudiante o para discutir de materias cívicas.  “Lo interesante es que como este espacio no existía, se va a comenzar a demandar a todos los actores un perfil emocional, porque los profesores del siglo 19 no eran profesores, no estaban formados desde el conocimiento psicológico, no tenían atención a determinados características específicas de la edad ni de la juventud”.

-¿Entonces el trato era bien autoritario?

-Sí claro.

¿Y qué rol tenía la familia en el proceso educativo?

– En el siglo 19, desde el colegio se entiende al mundo familiar como un problema, un territorio disfuncional para los propósitos que se quiere lograr. Se decía que los estudiantes traían de la casa los vicios, la carencia de seguridad y los malos hábitos.

-¿Cómo era la jornada escolar?

– A fines del siglo 19 no hay uniformidad muy clara cuándo empieza y termina la escolarización del día a día, eso se regula más en el siglo veinte. 

-¿Qué significaba ser estudiante en esa época?

-A través del tiempo se van sumando o profundizando capas de lo que los estudiantes deberían ser. En el 19 debe ser un tipo fundamentalmente orientado hacia el dominio de una matriz de conocimientos, que son  reconocidos como tales y valiosos,  y a eso se le agrega un actor comprometido con la vida cívica, un sujeto con capacidad de servir desde distintos lugares en el progreso del país,  lo que se enfatiza en los años 30 y 40. En ese contexto, se van agregando tareas, en el 19 son muy exigentes porque deben saber manejar una herencia muy pesada, culturalmente hablando, y ser especies de líderes que la sociedad mira.

En un Chile de hoy donde los estudiantes se movilizaron contra la desigualdad, el lucro y la calidad ¿Cuál es el alcance de esta investigación?

-Como todo en la historia, las investigaciones ayudan a hacer el diálogo y evaluar las discusiones que se generan hoy en día. Hoy, el modelo apuesta que los estudiantes sean volcados a sus habilidades y se señala un gran elenco de ellas que les puedan permitir estar de acá para allá en el mercado del trabajo. Eso es muy distinto a lo que sucedía en los años cincuenta. Ahí, por ejemplo, hay un elemento con el cual contrastar.

Usted ha enfatizado la formación cívica que se le entregaba a los jóvenes: ¿en qué consistía esta gama de valores?

-A los estudiantes se les forma para ser ciudadanos, que son parte de una sociedad y por lo tanto son seres gregarios. No hay una apuesta en formar individuos, es un tipo de formación basado en un proyecto país, hay convicción del valor de la democracia, de la acción del Estado como coordinador de las fuerzas productivas y ese movimiento lo que hace es ir garantizando derechos de otros, son tiempos en que hay un movimiento importante de las mujeres y de los trabajadores, ese escenario está en el fondo de lo que les está sucediendo al estudiante y se les forma para vivir en él.

Pablo Toro

 

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