¿Por qué?

Vivimos en un mundo definido por la velocidad de los cambios. Un mundo que necesita cada vez más de ideas, de pensamientos, de valores humanistas, de la empatía. ¿Cómo dotamos de significado a los cambios de hoy?
Quienes se desenvuelven en las Humanidades y en las Ciencias Sociales suelen ser quienes plantean las preguntas esenciales. Los que cuestionan el status quo. Los que, en medio del vertiginoso ritmo de la inmediatez, de los resultados, de la productividad, se preguntan por el sentido de lo que hacemos, el sentido del ser humano.
¿De qué modo participamos en la globalización si no comprendemos quiénes somos y qué es aquello que nos hace singulares como personas, como ciudadanos, como nación? Sin las Humanidades no es posible traer al presente las lecciones del pasado, ni comprender mejor lo que nos hace humanos a través del arte y otras manifestaciones de la cultura, ni dotar a los acelerados cambios científicos y tecnológicos de un marco ético. Sin las Ciencias Sociales -como la Economía, la Sociología, la Geografía-, no es posible transformar el crecimiento económico en verdadero desarrollo: aquel que, más que riqueza, lo que crea es una sociedad equitativa, justa, creativa, humana.
Textos y entrevistas del sitio: Carmen Sepúlveda, periodista.

Masacres y genocidios en la tierra de las imágenes

Mayo, 2017 | Cultura, Entrevista, Visitas

José Emilio Burucúa

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Cuando tenía cinco años el historiador del arte José Emilio Burucúa leyó y entendió los subtítulos de una película y desde entonces, texto e imagen se transformaron en su obsesión. Hoy con su último libro “Cómo sucedieron estas cosas. Representar masacres y genocidios”, el doctor en Filosofía y Letras argentino busca determinar las diferentes formas en que la humanidad, desde el arte y otras áreas, reprodujo genocidios, masacres y asesinatos.

De visita en la Universidad Alberto Hurtado para inaugurar el año académico de la carrera de Licenciatura en Teoría e Historia del Arte, José Emilio Burucúa cuenta que hay que retroceder a su niñez, cuando sus padres lo llevaban al cine para explicar cómo se inició en el mundo del lenguaje visual: “Me gustaba ver las aventuras de Tarzán, hasta que un día entendí los subtítulos de la película A la hora señalada con Gary Cooper y Grace Kelly. Leer esos subtítulos fue como adquirir una soberanía que no había tenido hasta entonces. Yo puedo leer, ésta es la llave que me puede permitir entender el mundo”, pensó.

Ese mismo día en un almacén vio un libro chiquito con una imagen de unos griegos luchando. Era la Ilíada: “Mi padre me lo compró y quedé fascinado. La película de pistoleros más la lectura griega fue el punto de partida para mi fascinación del mundo de la imagen que hasta el día de hoy no la concibo sin textos”.

-¿Es por ese motivo que defiende que una imagen no se explica por sí sola?

-En realidad es la lectura y el texto lo que ha moderado mi vida y las imágenes han sido muchas veces una suerte de intervalo y de descanso respecto del texto. Quizás porque soy un perezoso disfrazado, decidí entretenerme más con las imágenes que los textos, pero terminé traicionándome porque se convirtió en lo que sé hacer. Realmente el núcleo duro de mi formación es la lectura que me iluminó la vida desde que tengo recuerdos.

Burucúa, miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes, es un académico que conversa de arte medieval, literatura del Renacimiento o cine del siglo XX con una soltura y naturalidad que no abruma. Su último libro “Cómo sucedieron estas cosas. Representar masacres y genocidios” nace de un punto de partida muy emocional, el año 2001 mientras presentaba el libro “El sitio de la mirada” de Eduardo Grüner, se detuvo en un capítulo sobre el problema de la irrepresentabilidad del Holocausto, donde el autor exploraba por qué ese horror no se podía mostrar y le pareció que había una insuficiencia en esa postura.

Junto al académico de la Escuela de Humanidades de la Universidad de San Martín, Nicolás Kwiatkowski, investigó durante diez años cuál era el problema de exponer episodios límites como las masacres y descubrió fórmulas en distintos periodos de la historia de la humanidad.

-¿Cuáles serían esas fórmulas?

-Encontré en la civilización occidental tres periodos o formas de masacre: la de la cacería, la del martirio y la del infierno. En la de la cacería la idea es que el masacrador se porta como un cazador y las víctimas son sus presas en un acto equivalente a salir de caza en busca de alimentos. Sobre eso no hay nada que decir, pero cuando la caza se hace como por placer abre paso a las masacres. En el caso del martirio son los sobrevivientes los que lo formulan, y en el infierno claramente es utilizada por los perpetradores y se convierte, luego, en una especie de sistema para expresar el dolor de las víctimas.

Lo interesante resulta, que hacia el final de su trabajo, trata de ver cómo estas tres fórmulas frente a los genocidios del siglo XX hicieron agua. “La dimensión del genocidio sistemático no es expresable en estas fórmulas históricas tradicionales, y nosotros lo que hacemos es ver cómo se genera esta imposibilidad de representar.

Burucúa reflexiona acerca de la “cultura de la imagen” y su preponderancia en los tiempos que corren. Sin embargo, manifestó que existe una total sobrevaloración de las imágenes porque dependen de un texto que les permita anclar su sentido.

-Pero vemos en las noticias o vía internet en vivo muertes en manos de terroristas. ¿También es necesario el texto en esas situaciones?-

-Solo con mediaciones y caminos laterales podemos más o menos tener una idea de lo que vemos, si no siempre se empuja al espectador a un abismo intelectual y emocional. Más aún cuando la tecnología trabaja con la instantaneidad. La matanza del Estado Islámico que muestra el degüello de personas se parece mucho a los tiempos de la cacería, lo nuevo es que vemos esa imagen no porque las busquemos sino que irrumpen en nuestras vidas en un entorno no habitual, es el living de nuestras casas o de pronto bebiendo una copa de vino y de forma inédita irrumpe sin querer y lo consideramos un horror.

Burucúa estudió Historia del Arte y de la Ciencia, es Doctor en Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires y es Profesor Titular de Problemas de Historia Cultural en la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM). Entre sus libros más importantes figuran Corderos y elefantes. Nuevos aportes acerca del problema de la modernidad clásica (2001); Historia, arte, cultura: De Aby Warburg a Carlo Ginzburg (2003); y La imagen y la risa. Las Pathosformeln de lo cómico en el grabado europeo de la modernidad temprana (2007).

Links UAH:
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